ARQUITECTURA
En los dos primeros capítulos del libro destinado a tratar la estadía de Matta en Nueva York como problema, la presencia de Gordon Matta-Clark le proporciona a la escritura de Gumucio una dimensión impensada. Por lo menos, que parecía impensable. No es habitual abordar a Matta desde Gordon. Gumucio lo ha hecho. Ha reinventado a Matta desde Gordon. El libro pareciera haber comenzado, primero, pasado la mitad. Y habría sido terminado, luego de haber reformulado lo que parecía un comienzo difuso. Es cosa de pensar como fue hecho “Discurso del método” de Descartes, para abordar un tipo especifico de recomposición editorial. Una cosa es la escritura; otra cosa es un libro. Nunca se habla, suficiente, de los editores. Ni de los cajistas, para hablar en antiguo. Es una hipótesis peregrina. Me baso en la mención que hace Gumucio al libro de Ariel Florencia-Richards “Contra viejas superficies” (Metales Pesados, 2024). Tiene que haberlo leído cuando ya había comenzado a escribir una biografía de Matta. Sin embargo, era “algo peor”; es decir, estaba enfrascado en escribir una biografía encubierta, mediado por el (re)curso de pensar la prolongación forzada y forzosa de Matta en Matta-Clark. El resultado es un objeto editorial articulado que ha sido armado desde un ensayo autobiográfico destinado a “trabajar” un momento interpretacional complejo en la historia del arte chileno. Se ha escrito “mucho” de Matta, iniciada la Transición Interminable. Hay agentes que se han apropiado de su “representación institucional” y establecido la oficialidad mattiana local. Gumucio se desborda poniendo en funcionamiento un estudio de la obra de ”otro”, puesto en tensión por la escritura sincopada que hace el relato de su propia ajenidad. Rafael Gumucio se las arregló para hablar de si, tomando un desencuentro filial como excusa, para terminar construyendo una “máquina de habitar” en la escritura. La figura de Gordon es un fantasma que amenaza a Gumucio, porque el relato del padre (Matta) le proporciona unas certezas inquietantes, mientras el hijo pone en estado crítico la visibilidad, no ya del corte, sino del hueco y de la fisura. Este es el lugar en que Gumucio sugiere la conexión entre el estallido del cubo, dibujado/pintado por Matta, y el corte de la casa, realizado por Gordon en “Splitting” (1974). Dicho sea al pasar: Gracia Barrios, exilada, en Paris, dibuja casas fisuradas. Síntoma pictográfico de un exilio. La casa fisurada de Gordon prolonga la hendidura simbólica de Matta, como una marca de origen. Sin embargo, es preciso regresar al sub-capitulo octavo del primer capítulo para reconstruir lo que puede ser considerado como el gran aporte de Gumucio a la escritura del arte en Chile. El argumento aproximativo aparece en el sub-capitulo séptimo. Gumucio se detiene en la carta de ruptura de Matta con Le Corbusier, en pagina 50. Para pasar en página 51 a mencionar la intención que habría tenido André Breton de conseguir (en Matta) un arquitecto surrealista. Sin embargo, como señala Gumucio, “la arquitectura como profesión, vocación o disciplina ya no es posible para Matta”, en 1938. Matta ya se había constituido antes de conocer a Breton, que lo engancha para hacer el “servicio militar” del surrealismo. Mas que un papa, Breton ejerce de sargento mayor de una insurrección que funciona practicando el método de la exclusión policial, encubierto por un léxico libertario trotskysante (oxímoron fatal). Pero esto no aparece en el libro de Gumucio. Lo menciono (solo) como un elemento disruptivo destinado a relativizar el surrealismo de Matta. Gumucio, en página 52 abre el sub-capitulo octavo con una afirmación que sitúa a Matta como una especie de “precursor” de la an-arquitectura, sin saberlo. Gordon permite radicalizar la mirada sobre ese no-saber de Matta: “Un papel (el de arquitecto) que Gordon Matta-Clark se acercó más que nadie a cumplir a inicios de los años sesenta”. Ya lo he mencionado: un hijo que termina la obra del padre. Hipótesis que a juicio de Gumucio ya fue rastreada por la escritora Ariel Florencia Richards en el libro citado, “donde retrata los encuentros y desencuentros de los dos artistas a través de la geografía y la obra” (pagina 52). Gordon, también, fisurado, sin lugar a donde ir. Gumucio arremete: “Sin lugar, el lugar, el espacio, el cubo abierto son los mismos temas de Matta padre” (pagina 54). Hipótesis en la que Ariel Florencia se instala con brillante pertinencia.
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