PORTADA
No hay mejor cosa que comenzar por la portada para hablar de un libro. Hay portadas que matan un libro. El editor puede parecer un criminal que se dispara en los pies. Bueno: este no es el caso. El editor hace que la portada se dispare, siguiendo el ángulo de tiro del autor, verificado como un francotirador del ejército rojo de las letras. En la portada, más que el título, lo que aparece en toda su evidencia es una masa oscura muy bien delimitada que reproduce la forma escorsada de un corazón. En primerísimo plano, simula un escudo detrás del cual se parapeta este (otro) francotirador y partisano, cuyo rostro nos interpela, ya que nos apunta con la aparente y directa inocencia de su mirada. La luz se localiza sobre la mitad de su rostro, buscando inútilmente reconstruir el triángulo de Rembrandt en su mejilla derecha, que da nombre al emblema de la invención del sujeto. Estamos ante un sujeto con inventiva. Detrás de este refugio mobiliario (la silla y su respaldo), por un costado, Matta exhibe su mano izquierda descansando sobre el muslo de su pierna derecha. Por metonimia, imaginemos en qué otros muslos que el suyo, esa mano hizo sentir su fuerza aprehensiva. Esa mano se recorta, para conectarse con la continuidad de la tela cruda, sin imprimar, tensada por un bastidor cuya visible cruceta señala la posición de un calvario, que lo inscribe en la historia de la pintura. Hay que pensar en el bastidor de Velázquez en "Las meninas". Sobre el travesaño se sostiene la tipografía de la frase que funge de sub-título para contextualizar un periodo en la historia (de la) política de pintura: “Roberto Matta en Nueva York, 1939-1948”. Y sobre éste, el título (pesado) referido a una pintura especifica, que al llevar ese nombre, señala una coyuntura significativa en el seno del mencionado período. El título ya está situado, para colocar, a su vez, la singularidad vertiginosa de un bloque de palabras que declina su informalidad: “vert(e) tige des roses”, en francés, traducido en tallo fálico, contrapuesto al dibujo de la vagina dentada que será portada de la revista “VVV”, cuyas circunstancias abordará el autor en las páginas 166, 167 y 185. Lo cual se extiende de inmediato a la homofonía parcial de “Eros/roses”, en sutil y trágica deferencia a la campaña internacional en favor de los esposos Rosenberg, acusados de espionaje y ajusticiados en los EEUU. La palabra Eros sostiene la palabra Muerte como su reverso, para poner en riesgo la existencia de un matrimonio ejemplar, que se mantiene unido, en contraposición a los alianzas conyugales en que Matta introduce la fisura y el quiebre. Matta emplea la palabra “vértigo” para exponer su estado de expectación ante “la lectura de aquello que lo Matta”. Remito al verso de Bataille: “abro tus piernas / como las páginas de un libro / en que leo lo que me mata”. Es Matta, quien lee, vertiginosamente hundido en el respaldo matricial de la figura que ocupa el primerísimo plano de la fotografía realizada por Denise Colomb. Se trata de la silla BKF, diseñada en 1938 por los arquitectos Antonio Bonet, Juan Kurchan y Jorge Ferrari Hardoy, icono del diseño moderno. No deja de ser sorprendentemente exacto para el propósito del editor que los creadores se conocieran, primero, en el estudio de Le Corbusier en París y, que, al regresar a la Argentina, desarrollaran esta magnífica e innovadora pieza. En https://www.moma.org/collection/works/4393 se encuentra la siguiente descripción: La silla BKF, también conocida como silla Hardoy, silla Butterfly, silla Safari, silla Sling o silla Wing, fue diseñada en Buenos Aires. Su nombre se debe a sus tres diseñadores. Las dos primeras sillas BFK que llegaron a Estados Unidos se instalaron en Fallingwater, la casa de Edgar Kaufmann Jr. en Pensilvania (diseñada por Frank Lloyd Wright, amigo de la familia), y en el MoMA. Kaufmann predijo con precisión que esta silla ligera y económica se volvería enormemente popular en Estados Unidos, especialmente en la Costa Oeste. Artek-Pascoe produjo la silla entre 1941 y 1948, enviando regalías a Argentina. Es preciso establecer una relación entre esta silla escogida por Matta y el “mobiliario matricial” como contra forma del cuerpo femenino exhibido en su contribución titulada “Matemática sensible, arquitectura del tiempo” y que fuera publicada en la revista “Minotauro, en 1938. Vestigio anticipado de un vértigo.
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