DIVINO
De la piedra andina a la arcilla costeña, como lo he señalado en las entregas anteriores, puede ser una hipótesis cuyo potencial se verificaría en la significación del acarreo, que supone la conexión entre cordillera y océano. Pero la cuna de la una cultura compleja se localiza hacia el interior, por los valles transversales. Es así como se consolida una mirada sobre el desarrollo de dispositivos de preservación, de conservación y de reproducción, de las cuencas sedimentarias de la poesía popular; en particular, del canto a lo divino. En el Bodegón de Los Vilos, ha tenido lugar un segundo encuentro regional (2 de noviembre) en torno a esta crucial práctica simbólica que atraviesa los estudios patrimoniales, el análisis historiográfico y el arte contemporáneo, y que se condensa en la práctica de unos poetas y cantores que sostienen el valor de vínculos que producen una sociedad singular, desplegada entre la pequeña minería y la pequeña producción agrícola. Desde el trabajo realizado desde hace más de una década, he sostenido que existen prácticas sociales y simbólicas cuyos efectos estéticos son más densos y consistentes que muchas de las prácticas de arte contemporáneo que conocemos en nuestro medio. En trabajos realizados en el Norte Grande, pudimos apreciar con Rodolfo Andaur el problema que las “chullpas” planteaban a la escultura chilena que afirma su vigencia en una interpretación literal del pasado andino. En esas construcciones ya estaba involucrada la arcilla y el adobe, combinando la piedra y el barro para dar lugar a habitaciones, santuarios y monumentos funerarios. Seguimos la pista de los bailes de chinos y regresamos, de La Tirana a Andacollo, leyendo los residuos del filón documental que nos ofrecía la “pampa escrita”. Hoy, el diagrama del canto a lo divino sitúa al equipo del Bodegón, en una posición relevante en el mapa cultural, porque reconstruye un efecto investigativo desde la modulación del grito como concreción de la presencia humana en los valles transversales, tomando por ejemplo el escurrimiento de las aguas y del canto, desde las alturas hacia la costa. El grito impone su "corpuscularidad ondulatoria" con el viento y se aloja en la memoria de las comunidades, en medio de un paisaje modelado por “funcionarios de un Imperio” que en otros tiempos construyeron edificaciones de control en las alturas y pintaron sobre la roca las señales de su dominio. Sobre ese pasado se vino a inscribir la marca reguladora de la décima espinela, para formalizar de un modo especifico el enunciado matricial de la palabra. En el encuentro, la participación de Danilo Petrovich, antropólogo, puso el énfasis en el tránsito del grito al poema, regulado por una métrica, para ser portado por una voz que vehicula en dimensión sonora la relación entre lo Alto y lo Bajo, congelando en palabra la luz de fuego. Esto conecta la actualidad de las relaciones entre lo precolombino y lo hispano, a través de las modificaciones populares del texto bíblico, haciendo manifiesta la relectura de unas sagradas escrituras, que asumen, encubiertas, la permanencia de lo que ha sido “cubierto”. Es el temor de la jerarquía católica frente al efecto organizador que en el terreno simbólico tienen los “bailes de chinos”, por la reelaborada presencia que ocupa la Virgen en la invención de un rito que se caracteriza por su autonomía, respecto de los dos poderes: Estado e Iglesia. Este fue el propósito de la intervención de Milton Godoy, al convertir la minería y el mundo festivo en el Norte Chico en un objeto de trabajo analítico, que pone el acento en las transformaciones de la sociedad regional a través de las fiestas y el carnaval, desde una mirada que propone una “historia desde abajo” y “desde adentro”, apegado a las fuentes. La particularidad es que estas ponencias fueron realizadas teniendo en cuenta el soporte simbólico proporcionado por los relatos de los propios “cantores(as) a lo divino” -la señora Inés Ordenes, don Iván Saavedra, don Victor Solis y el cantor y recopilador Arturo Varela- que ofrecieron con su canto la muestra magistral de una devoción que proviene de una tradición juglaresca, transferida a América, dando pie a la formación de una culturan popular carnavalesca modulada por un catolicismo de raigambre franciscana, que se ha sostenido durante siglos como una inversión simbólica, que ha forjado lo que algunos han denominado “una espiritualidad del oprimido” . Esta vincula lo Alto con lo Bajo, poniendo la Pasión de Cristo y la Encarnación como ejes de una “poética de la consolación”, que toma cuerpo en la “conversación” directa con el Altísimo, mediada por la veneración de la Madre, bajo la figura encubridora de la Virgen. Que son operaciones cuyos efectos formales ponen de relieve la contemporaneidad de lo no contemporáneo, de un modo cuyas enseñanzas no han sido leídas con pertinencias por el arte contemporáneo.
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