ANDINA
La máquina de arcilla, Emilio Rodríguez Larraín, Trujillo, 1987.
Natalia Majluf comienza su libro “La invención del indio” (Instituto de Estudios Peruanos, 2022) citando una fragmento de José Carlos Mariátegui: “La nueva peruanidad es una cosa por crear. Su cimiento histórico tiene que ser indígena. Su eje descansara quizá en la piedra andina, mejor que en la arcilla costeña” (“Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, 1928). El empleo del “quizá” es importante, porque lo que plantea lo sitúa en el terreno de una hipótesis de trabajo. La piedra andina ha sido reconfirmada de manera problemática, en relación a José Sabogal y Elena Izcue, por la producción de “Huayco”. No cometeré la indelicadeza de entrar a analizar la consistencia de la escena plástica peruana. No me atrevería. Solo practico una lectura desde mi conveniencia, a riesgo de ser reductor. Menciono en mi descargo el texto “Estructuras alrededor del vacío: el museo de arte borrado y la construcción del arte contemporáneo en el Peru” de Stephan Gruber y Mijail Mitrovic (2017). Sin embargo, las obras que menciono proporcionan elementos de ficción que perfectamente pueden ser abordadas desde los intereses analíticos de otras escenas de escritura. La cita que hace Natalia Majluf permite fabular una interpretación de la realidad del arte peruano, entre la piedra y la arcilla, estableciendo entre estos extremos jerarquizados (“el zorro de arriba; el zorro de abajo”, José María Arguedas) un espacio donde el escurrimiento catastrófico esta (a)signado por la obra de “H.P.S. Huayco”. Esta voz quechua designa una masa de lodo y piedras que las lluvias torrenciales desprenden de las alturas y producen el desborde de los ríos. En el 2004, Gustavo Buntinx realizó una retrospectiva en el Centro Cultural de España. En el 2005 publico el libro alusivo. En su prefacio señala su propósito: “Combates por la historia”. Acudiendo a Lucien Febvre, Buntinx declara que es la propia idea de historia la que está en serio riesgo entre nosotros. La colección que lo acoge lleva por título “fuentes para la historia del arte peruano”. En el 2018, Rodrigo Quijano organiza en Galería FORUM (Lima), para conmemorar los 44 años de la exposición de 1980, “Arte al paso”, una muestra donde se exhibirá -entre abundante documentación- la mítica “carpeta de Huayco”. Escribí sobre Huayco en el 2005 una nota en www.justopastormellado.cl el 6 de septiembre del 2005. Hay un elemento común con la obra de Dittborn de 1980: la serigrafia. Rodrigo Quijano, de paso por Santiago, acaba de visitar la exposición que Dittborn inauguró el 30 de noviembre de 1980 -“Impinturas,serigrafías, offset”- y que ha sido (re)montada en d21. Es imprescindible leer su ensayo “Estación de desamparados. Recepciones limeñas de Dittborn”, publicado por D21 (Ensayos de arte, sección Anticipos). Habrá que hablar de eso. En lo inmediato, recupero el indicio fantasmal de la Capacocha, que se hace visible para perturbar la analítica del arte chileno. Ambos quedamos petrificados frente a la serigrafía del cerro El Plomo, donde está señalado el sitio del hallazgo de los restos del Niño. Piedra andina: “Del nicho helado en que los hombres te pusieron, / te bajare a la tierra humilde y soleada” (Gabriela Mistral). Dittborn fue invitado a la Tercera Bienal de Trujillo, en 1987, donde expuso pinturas aeropostales. En esa ocasión, Emilio Rodríguez Larrain construyó “La máquina de arcilla” en una playa cercana a la ciudad de Trujillo, consistente en una estructura de adobe que abarca un área de trescientos metros cuadrados y que supera los dos metros de altura. En su magnifico ensayo sobre la obra, Dorota Biczel señala -citando una crónica del crítico Luis Lama escrita en 1987- que “La máquina de arcilla” fue un “homenaje” a la la ciudad de Trujillo, a sus artesanos contemporáneos y, simultáneamente a los antiguos constructores del Valle del Moche, ya que las estructuras se inspiraban obviamente en las ruinas de Chan-Chan (“Perú como (para-ficción): los emplazamientos fugitivos de Emilio Rodríguez Larraín”, MALI, 2016). En la actualidad, los muros de la obra han sido erosionados por el clima, convirtiéndose en una “ruina moderna”. De la piedra andina a la arcilla costera, entre Dittborn y Rodríguez Larraín, pasando por Huayco, la cita de Natalia Maljluf no puede sino manifestar su potencia generativa.

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