SCHMUCKSTÜCK
La muestra de Mariela Leal consta de una sola pieza, en la “pieza” de acceso a CABA, y trabaja con el nombre del propio sitio de la exposición: Centro de Arte Baños del Almendro. Este corresponde al reflotamiento del destino anterior del lugar, que albergaba un equipamiento de baños públicos (urinarios). Antonio Guzmán, su articulador, pensó en recuperar la función de un modo paródico, no exento de maldad analítica reparatoria, porque le permitía banalizar la posición del urinario en la invención de la contemporaneidad, poniendo a Valparaíso en relación con este trauma de origen. La deslocalización del urinario de Duchamp se justifica en la apertura del centro de arte como una acción de remodelación del sitio, que indaga en su pasado como espacio de destino público. Lo que hace Antonio Guzmán es de una gran perversión formal, que prolonga en el terreno de la gestión cultural el carácter de su propia obra pictográfica. Es así como reivindica la memoria lejana de un urinario público para afirmar el valor de los sitios excremenciales como síntoma del estado del arte local. Lo que no deja de ser “interesante” en su ambigüedad, porque señala un punto crítico destinado a repensar las condiciones de “mostración” del arte contemporáneo, en una zona institucional degradada. Lo anterior, como gesto, solo es posible hacerlo en Valparaíso. La memoria del urinario remite a la condición y destino de los flujos vitales, en una ciudad en la que los excrementos humanos ya han comenzado a confundirse con los excrementos de los perros vagos en las veredas, porque denota la degradación política de una ciudad que ya no posee condiciones para manejar la retención de los cuerpos. Es aquí que su propósito se entronca con la muestra de Mariela Leal, titulada “Schmuckstuck”. Esta consta de dos elementos dispuestos en los muros, de la manera más simple. En el primer muro, ha colgado la reproducción de un texto impreso, encuadrado en un marco autoiluminado. El texto que exhibe es un fragmento de Primo Levi, extraído de “Los hundidos y los salvados”, donde menciona una palabra que, según un cambio de letra, puede significar “joya” o “inmundicia”. Al mismo tiempo, en el muro siguiente, haciendo ángulo, instala una repisa sobre la que exhibe una vitrina de acrílico en cuyo interior ha dispuesto la figura de un perro-peluche confeccionado con trapo de limpieza del suelo. Eso es todo. El falso muñeco es elevado en su estatuto para ejercer la función de una “joya”, para condensar el naufragio de la potencia y de la soberanía. Al ser “fabricado” para representar al fetiche, demuestra su absoluta inutilidad para proteger la noción de vinculo social. Inmundicia y joya, respectivamente, el texto empleado por Mariela Leal permite “leer” el montaje de la vitrina como una derivación objetual de la degradación política señalada en el texto, que abre el análisis hacia la noción de soberanía, que será trabajada por Agamben en ”Homo sacer” y otros textos. El empleo que hace Mariela Leal convierte el fragmento en “objeto de exhibición” , enmarcado como obra decorativa en un espacio interior , con su ridícula lampara de anticuario, que remarca, sobre todo, el efecto de distinción que produce un cambio de letra, pero que es unificado por la pronunciación errónea de las mujeres italianas deportadas en Ravensbruck. Pero esa es la dimensión de la amenaza que asola a toda traducción; traicionar el sentido original. El trapo de refregar los suelos con que esta confeccionado el falso peluche confirma en su materialidad, la ineptitud de su disposición para ejercer funciones de sustituto transicional. De este modo, Mariela Leal responde con rigor a la exigencia que Antonio Guzmán le ha planteado, para exhibir su trabajo en CABA.
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