KM104

 


 

Carlos Contreras, joven coleccionista de la Quinta Región, ha adquirido un juego de piezas del envío de Gonzalo Diaz a la exposición que tuvo lugar en el CAYC de Buenos Aires, en junio de 1985, “Cuatro artistas chilenos”. En cierto sentido, fueron “recuperadas” para ser objeto de una nueva impresión en el marco de “Una exposición olvidada y una lectura a ‘Cuatro artistas chilenos en el CAYC de Buenos Aires’ ”, montada en el MNBA en noviembre del 2022, bajo la curatoria de Mariana Marchesi y Sebastián Vidal. Fueron reimpresas unas piezas que, efectivamente, habían sido consignadas en 1985 como “obras perdidas”. Ya habían sido expuestas en mayo de 1985, en Santiago, en Galería SUR, bajo el título de “KM104”.  Esto significa reconstruir el mes de abril de 1985 como uno de los meses más febriles de trabajo entre Gonzalo Díaz, Nury González y quien escribe. Ya habíamos sostenido la experiencia de colaborar en la concepción y producción de la muestra “¿Qué hacer?” en la misma galería, a mediados de 1984. Durante marzo y abril de 1985 me encontré conduciendo el coche en que trasladábamos los bastidores desde el taller de Gonzalo Díaz hasta la tienda de insumos de la industria serigráfica, donde comprábamos las tintas y mandábamos a hacer el fijado de la emulsión. Al mismo tiempo, seguí de cerca la totalidad del proceso de impresión, que estuvo a cargo de Nury González y dos ayudantes. Lo hice tomando notas en el momento mismo del proceso impresivo, poniendo atención en los calces y descalces de imágenes que Gonzalo Díaz realizaba a partir de un riguroso procedimiento de selección, recorte y traspaso de diversos materiales gráficos. Luego, esas notas se convirtieron en un texto abigarrado y expansivo que adquirió la forma de una “novela” que excedió lo que se entiende habitualmente por crítica de arte. No hablare del texto, ahora. Es absolutamente imprescindible hacer referencia a la “fabrica visual” montada por Nury González para producir esta obra, porque que me puso en contacto directo con las vicisitudes propias del procedimiento técnico de la impresión serigráfica, contribuyendo a pensar en la analogía forzada que existía entre este procedimiento y el uso freudiano del modelo del “block mágico”. A tal punto, que el impreso que preparo Gonzalo Diaz en esa ocasión fue diseñado para tener que ser  corcheteado en el borde superior de las páginas, de modo que “evocara” la objetualidad del block. El título del ensayo fue, evidentemente, “El ´block mágico´ de Gonzalo Díaz” y fue impreso en los talleres de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. El punto de partida fue el conjunto de acometidas de gran formato que Gonzalo Díaz tituló “KM104”, en tributo a una experiencia existencial limite, que aludía a la catastrófica fugacidad de unas imágenes que lo habían conmocionado, a la altura del kilómetro 104 en la ruta de Santiago a Santo Domingo.  El estallido visual a que hacía mención Gonzalo Díaz era lo más cercano a una “epifanía joyciana” que conducía a relatar el procedimiento serigráfico como una epopeya heroica que ponía en escena el inconsciente mimeográfico chileno, habilitando el curso de una narración visual compleja, que daría que hablar.  Eso fue lo que intenté poner en (e)videncia mediante la escritura de un texto “interminable”; como interminable ha sido la historia de esta extraordinaria pieza, que marca un momento decisivo en la obra de Gonzalo Diaz. Después de haber sido expuesta en Buenos Aires, las láminas fueron enrolladas, metidas en un tubo de plástico y devueltas a Chile. Solo que nadie dio aviso de la operación y una vez en aduana, la obra fue retenida. Muchas cosas, entonces, eran sometidos a este protocolo. Era así como se trabajaba en 1985. Una gran (in)formalidad. No es excusa. No tengo los detalles. La obra fue rematada. Había sido inscrita bajo otro nombre: material de escenografía.  Estaba impresa en pvc y probablemente fue adquirida para cubrir algún cobertizo de fortuna. Nunca supimos. Sin embargo, durante el proceso de impresión, algunos ejemplares fueron realizados sobre papel. En cambio, el envío inicial se perdió para siempre. Estos ejemplares formaron parte de la muestra “Imagen y palabra de Chile”, realizada en Fundación Santillana (Santillana del Mar, Santander, España), a comienzos de los noventa. 




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