RANCHO




Nadie sabe para quien trabaja. En la columna de Emilio de la Cerda en el suplemento “Vivienda&Decoración” (27 de julio), ha quedado manifiesta una expansión crítica de grandes repercusiones para la revalorización de la piedra en el espacio urbano. El punto de partida de la columna es la pintura de Pedro Lira, “Los canteros”, que data de (aprox.) 1878. Mi punto de arribo es la pequeña pintura de una rancha, de Carlos Isamitt, “Paisaje y figura con rancho”, realizada entre 1930-1940.  Debo decir, ambas obras, sin sus marcos “originales”, están presentes en la muestra “Lucha por el arte”, que está referida al mapa de relaciones y disputas por la hegemonía del arte chileno entre 1843 y 1933. Es remarcable que  la exposición referida ponga  en escena la edificabilidad  de lo que podríamos denominar,  “política de vivienda” para el arte chileno, porque señala la voluntad de levantar, en bloque, la musealidad como expresión de la representación que se hace la propia élite republicana. La realización de “Los canteros”  acompaña un proceso que Pía Montealegre relata de manera magistral en su libro “Un jardín público (La invención del verde urbano en la ciudad de Santiago 1838-1875 (ARQ ediciones, 2023). La aparición del bloque resulta significativa como voluntad constructiva en la pintura, que opera como ejercicio de intervención de racionalidad urbana. Sin embargo, la obra de Carlos Isamitt, pone en relevancia un síntoma de degradación, en  que la noción de bloque ha sido diluida. Lo menciono, porque la rancha introduce en la pintura chilena un factor de descomposición de la habitabilidad, justo en el momento que la planta del complejo formado por el Palacio de Bellas Artes y la Escuela de Bellas Artes, que corresponde al proyecto inicial de Emilio Jecquier, fue dividida, para quedar a cargo de dos administraciones: la otrora DIBAM y la Universidad de Chile, a partir de 1932. La exposición “Luchas por el arte” expone argumentos documentales y visuales que reproducen la tensión institucional, mediante la cual se  cierra una fase de larga duración que define el carácter de la formación chilena de arte, señalando la diferenciación de sus escenas de constitución, consolidación aparente y des/constitución contemporánea. Es de suponer que luego de una exposición destinada a “trabajar” de manera problemática esta fase, el museo ponga en pie una exposición que aborde la fase siguiente, que se abriría en 1932 y que alcanzaría hasta un corte que la propia curatoría tendría que establecer. La des/constitución puede ser una aproximación problemática. Es posible (y deseable) encontrar otra palabra que defina esta nueva fase abierta en 1932, contemplando el carácter de las escenas intermediadas y la producción de criterios de distinción. Las relaciones entre las “políticas de vivienda del arte" y las políticas de vivienda en el seno de una sociedad perturbada por las luchas urbanas de los años 30, proporcionan indicios significativos para la consideración de los materiales constructivos en dominan la escena social chilena. La pintura de Carlos Isamitt es ejemplar por cuanto hace manifiesta la amenaza de la ruralidad, que se introduce en el espacio urbano de comienzos del siglo XX y permanece como un enclave a lo largo del siglo. La exposición "Luchas por el arte" expone los términos de cómo opera el fantasma de esta amenaza, que conduce al Eduardo Frei Montalva a crear un Ministerio de Vivienda, que  des/bloquea el concepto mismo de edificación, cuya manifestación ejemplar Emilio de la Cerda señala, en la figura de los bloques graníticos de Lorenzo Berg al final del eje Bulnes, cuyos restos se levantan como tributo “inconcluso permanente” a la memoria de Pedro Aguirre Cerda. 


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