GARGANTA

 


En la exposición “El día más hermoso” en el MNBA, se proyectan en un formato monumental, pensando en que esas obras fueron realizadas sometidas al formato técnico de un monitor, al menos tres obras que reproducen un mismo programa de recusación fóbica de la pintura, en Madrid, en Trujillo, y en Berlín. Resulta sorprendente constatar de qué manera, a Leppe, por un lado, no le importaba  la especificidad del sitio de recepción, y por otro, manifestaba una enfática preocupación por “entregar” un mensaje que declaraba, siempre, el carácter de su lugar de origen. Lo cual puede sostener la hipótesis de que Leppe es un precursor del discurso decolonial. Imagínese usted, ir a París a devolver (literalmente) el alimento europeo que domina nuestra culiniaridad artística. Me refiero al vómito de la torta azucarada sobre el cuadriculado (racional) del piso del baño de hombres del Musée d´Art Moderne de la Ville de París, portando un traje de vedette coronada por un armado de plumas tricolores (bleu-blanc-rouge). En Madrid, la performance está pausada por una supuesta conversación que el artista sostiene con la señora del almacén de la esquina de su casa, en el curso de la cual le hace el relato de viaje que significa trasladarse al Círculo de Bellas Artes, llevando consigo la objetualidad de la feria de su barrio. Las “bellas artes” serán enfrentadas al efecto revelador de las “feas artes”, cuya superioridad moral instalará la preeminencia ejemplar de su origen: trapitos tejidos y recortados para designar una cultura fragmentaria de citas. Sin embargo, la irrupción perturbadora de una danza ritual practicada en una “casa de remolienda” desmonta la normatividad canónica de la cultura de control ceremonial del cuerpo. Dicho así, de corrido.  Esta tendrá su máxima expresión dramática en Berlín, cuando después de hacer gárgaras con la pintura se levanta de la silla y da vueltas a su alrededor cantando “tiqui-tiqui-ti”. Esta expresión se asocia al ritmo del tormento, instrumento musical idiófono de percusión típico, de golpe directo, que interviene para comenzar la cueca.  Pero también puede corresponder a una persona en estado de ebriedad haciendo el intento de reproducir el sonido del gallo. Un gallo en Berlín, para romper con la autoridad de las transferencias que fijan el estatuto de lo racional, en nuestra cultura de gallos y gallinas. De nuevo se hace manifiesta  la importancia determinante de la gallina en el imaginario de Leppe. Por anteposición, en su “happening” surealistizante con que da comienzo a su carrera de performer, la gallina alude a la ausencia ostentosa del gallo para verificar la caída del falo. Más aún, si se toma en consideración la repetición de la estructura del gesto por el cual hace gárgaras con la pintura. En esta acción  se echa a la boca de manera sucesiva un líquido coloreado, como ya he mencionado más arriba, para luego hacer amago de limpiarse el fondo de la garganta y devolverlo violentamente, de modo que salía a borbotones por la boca, escurriéndose por el torso. El liquido coloreado cumple la función de un desinfectante bucal. Este es un acto clave porque es en la garganta que se atragantan las palabras. Me recuerda el caso de “La inyección de Irma” (Freud), que tanto hizo hablar a propósito de “Lonquén 10 años” (G.Díaz, 1989). No está de más asociarla a la última versión de la performance en Berlín, a la que asiste el propio G.Díaz, donde es objeto del discurso de Leppe que clama por su presencia para solicitar compañía, al momento que  abandona la escena. Antiguos autores medievales mencionados por Didi-Huberman consideran que la garganta se asemeja a una cocina infame, similar a una fragua, y que ésta señala el umbral de Infierno. Entonces, la garganta, en Leppe, indica el subsuelo del paladar, que se convierte en un ano por el que se devuelve la pintura como una sustancia que el cuerpo se niega a digerir.   La pa radoja es que no puede negar que el propio cuerpo es “instrumento” de pintura, como cuando una mujer se sienta una mañana al  borde de la cama y descubre que ha manchado la sábana con su menstruación, realizando una acción de inscripción pictográfica por contacto. 


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