HÉROE


                       


En el libro de Emilio Pacull hay fotografías que no están destinadas a ilustrar el relato, sino a introducir un acelerante simbólico que modifica la lectura de un texto que está montado como un documental de Chris Marker. Ya lo he dicho. Conatus y variaciones. Para un apasionado de la imagen y del corte, la fotografía impresa en la página 27 es fundamental para el conjunto del relato, porque introduce la instancia de amarre del arraigo. El exilio queda revelado en la foto de la página 173, en que el entonces diputado Boric escribe sobre la máquina de Augusto Olivares. Pero es la re/velación de un cierre magistral del libro, con todas la carga ya contenida en el documental del que Emilio Pacull es autor: “Héroes frágiles” (2007). Se terminó el exilio de la portátil como significante político-mecánico, poniendo fin al relato reforzado por la fotografía de Margarita, hilando. Esta imagen completa el relato de la exhumación de los restos de Augusto Olivares, cuya fragilidad atraviesa la totalidad del texto, como una especie de héroe troyano que sabe en secreto que el destino ya está escrito y que los dioses no estarán de su lado. Entonces, prepara el viaje de Eneas hasta las costas del Lacio, que, en este caso, está sustituido por Formentera, como un doble de exclusión: entre Watteau y Boeklin; ya lo dije ayer. Pero hay que tenerlo presente. De ahí, hay que pasar al Bertolucci de la estrategia de la araña, para afinar el método del montaje literario, en el que mencioné la importancia determinante de la retórica del cine, como incidente industrial que armaba su retaguardia laboral: Truffault, Almendros, Costa-Gavras, Marker, por mencionar a los imprescindibles. Porque Emilio Pacull está marcado por el efecto del poema brechtiano, con el agregado griego: regreso al origen, como invención textual. De ahí que la secuencia de los capítulos sea insuficiente, porque este debiera ser un libro que pudiera leerse de manera constelar. Es así como lo imagino. El hilado de Margarita permite, sin embargo, hilvanar las diversas capas: el amigo americano que hace el relato de la inevitabilidad del crimen, el viejo Pep que evoca la antigüedad-más-antigua de una cultura perdida; me refiero a la constante mención que hace Emilio a la “naturaleza natural” y a la “naturaleza del hombre”. Solo en la primera hay refugio para la bondad. Es así como lo deja ver en su largometraje “Tierra sagrada”.  En este libro, el filme es “tramable” por la versión de Camilo, el joven mapuche que lo conduce hacia el lago que, en su relato, está teñido de rojo y que define el límite de la resistibilidad humana.  Por debajo de todo, en una capa profunda y dolorosa, especula sobre la palabra Neltume. La bondad, como señala el epígrafe de Simone de Beauvoir, es cultura adquirida. Me permito un estúpido juego de palabras mattiano: Beauvoir, “beau-à-voir”. No deja de ser: todo este libro es una gran experiencia de “morfología psicológica”. Es así como titula Matta sus experiencias de 1939.  Porque no hay que olvidar una cosa: Emilio es un profesional de la mirada, que pone la visión en entre-dicho. Su apego a la “casa de luz” proviene de la industria óptica, fascinado por el Fresnel como dispositivo político.  También, la luz del faro hace un barrido sobre las historias de las otras guerras que preceden y que nadie puede sepultar: la guerra civil española y la segunda guerra. El relato de la mujer que, expulsada de su pueblo natal, regresa, es una metáfora que anticipa el dolor de todos los regresos.  Por eso, la luz de invierno aclara la escena, pero no tempera el alma, para hablar en antiguo.  Como he dicho, todo esto es (nada más) que para preparar el encuentro del lunes 22 a las 19hrs en la Cineteca. 


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