CURANDERA




Nadie sabe para quién trabaja. Lectura de una correspondencia: Kristeva/Clément. Edición francesa de “lo femenino y lo sagrado”. Página 56. Clément escribe que a menudo lo sagrado es el animal y Dios, juntos. Ramakrishna se amarraba una cola de mono a las nalgas. Dios es mono, mujer o madre, cabeza y culo. La maternal vaca sagrada en India proporciona leche, pero tambien excremento (que se usa de combustible) y orina (que sirve para desinfectar el piso). Leo a mi regreso de Valparaíso, donde asistí a un extraño e inquietante encuentro sobre un incidente del arte chileno, ocurrido en Berlín en 1989. Leppe realiza una acción en el curso de la cual hace gárgaras con pintura, que luego devuelve y deja escurrir sobre sus pantalones. Esto se asemeja a una secreción descomunal, a un escupitajo incontinente, como lo hacen algunas curanderas en Senegal, para identificar al “genio maligno” que toma posesión de una persona. La operación consiste en transferir el “genio” desde el cuerpo poseído a un animal sacrificado. La saliva permite a la curandera identificarlo mejor mediante la saliva. Ella escupe el nombre del invasor a través de un tubo de madera. ¿Dónde está lo sagrado? En la boca de la curandera que realiza el acto de vaporización. A Leppe le corresponde sacralizar aquello que su práctica artística le había permitido poseer: la pintura, como el “genio” identificado que había poseído el cuerpo del arte chileno. Leppe, madre de la enunciación ritual, como un animal sagrado del arte, se hace curandera para sanar la escena de arte. Lo sagrado tiene lugar entre la suciedad, el excremento y la orina. Por eso, en otra acción, Leppe se embadurna la cabeza con excremento animal. Sobre esta mezcla se corona a si mismo con una vasija de cerámica precolombina rota en la base, cuyo vertedor tiene forma de pene. ¡Un pene de tierra cocida! En otra acción, orina sobre sus pantalones miembros lee fichas de enfermos mentales y se arranca con fuerza un par de trenzas de chola que ha cosido a su propia cabellera. Palabras y trenzas, a retener.  La diosa se amarra una cola de mono a las nalgas, Leppe se arranca un par de trenzas que se parecen a una cola de mono. Orina sobre sus pantalones hasta que las gotas caen sobre una gran posa de agua en el suelo sobre la que se refleja la foto-carné de su madre proyectada en el muro mojado de la sala. La posa expandía la orina desinfectante sobre el piso de la sala desafectada de un hospital psiquiátrico. La orina en la posa expande la secreción de la curandera ya mencionada. El pene de tierra cocida realiza la función del tubo por el que se traspala la saliva modificada en orina, sacralizando todo lo que sale del cuerpo: la pintura con que hace gárgaras. Leppe, madre curandera, se atribuye la función de sanación de la pintura, que había sido convertida en objeto de oprobio,  para autorizar la preeminencia maternizante de su trabajo corporal en la escena del impreso local. 

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