SUR
“Esfinge de los hielos” de Gianfranco Foschino es una exposición pensada en directa relación con la obra homónima de Julio Verne, “La esfinge de los hielos”, publicada en 1897. Por un lado, se trata de la búsqueda de un desaparecido, Pym, cuya historia ya ha sido expuesta por Edgard A. Poe en “Las aventuras de Arthur Gordon Pym”. Julio Verne incluye el relato de la novela de Poe, como un procedimiento de incrustación literaria que determina el sentido de la búsqueda. Los navegantes surcan las mares hacia el Polo, desafiando en sus frágiles navíos inconmensurables montañas de hielo. Todo en este relato describe la lucha contra lo ilimitado. No sabríamos cómo explicar la voluntad europea por acceder a los polos extremos, toda vez que ya ha colonizado lo que en el globo terráqueo permanece en su medianía. Los polos serían las zonas a las que la depredación no ha logrado acceder, todavía. En la actualidad, el recurso a Julio Verne ya no es imprescindible, porque el realismo de las expediciones a los Polos ha modificado el panorama de la política a secas. Entonces apareció una nueva plataforma de subordinaciones institucionales, esta vez, entre arte y ciencia. Si analizamos las experiencias artísticas en este terreno nos daremos cuenta que, en términos estrictos, de lo que se trata, en todo eso, es de soberanía. Quien no lo considere de este modo peca gravemente de ingenuidad. La ciencia está al servicio de lo militar. Nadie lo dice. Ni los científicos. Muchos proyectos de arte, en este contexto, solo ofrecen operaciones que apenas exceden la decoración en el turismo de intereses especiales. Pero también existe la reversión: lo militar está al servicio de la ciencia. Imagino la expedición egipcia de Bonaparte, con su ejército de científicos disponibles. Todo esto no es grato. Pero alguna vez se me ocurrió sostener en un festival de video/arte que las más sofisticadas instalaciones de este “arte primario” no estaba en los museos ni centros de arte, sino en los estados mayores de fuerzas conjuntas. De hecho, el video/arte se disolvió. Fue superado por la realidad de las cabezas-video de misiles buscadores, en que la imagen se detiene como prueba de su eficacia. La “guerra de las galaxias” superó todo lo que en ese terreno se podía esperar. Pero a comienzos del siglo XX, apenas “dominaba” la nave, aprisionada -a veces- por los hielos. Al fin y al cabo, Verne y Fitz-Roy, lo que tienen como horizonte es el dominio de los mares, más allá de la heroica epopeya de los “cap-horniers”. Es decir, prefiguran una disputa colonial de proporciones que, curiosamente, ya estaba prevista en “La tempestad” de Shakespeare. Pero esto no es del todo evidente para la lectura teatral del conflicto por el dominio de la metáfora civilizatoria. Es preciso realizar otro tipo de lectura, si se quiere, etnográfica. Por eso, aquí, la referencia a la lectura de Malaurie. Para quienes no lo conozcan, copio la cita de un fragmento de una entrevista, publicada en la Revista de la Asociación española de Neuropsiquiatría, vol. 27, 2, Madrid, 2007: “Hice mi trabajo geomorfológico por disciplina y por una estrategia de espíritu; realmente me interesaban no las piedras sino los esquimales, mis compañeros. Mi experiencia no fue muy normal; cuando llegué a Thule no tenía víveres, ni equipo, ni brújula, ni mapa (de hecho lo dibujé yo). Solo estaban ellos allí. Y no había ido a estudiarlos directamente sino a estudiar las piedras. En esto radicaba mi fuerza. Mientras las analizaba y levantaba mapas, los esquimales me observaban. Por cierto, es muy difícil dibujar un mapa a cuarenta grados bajo cero: hay que vivir con los perros, comer focas, refugiarse en un iglú. Los esquimales, además, son gente difícil, violenta, y yo estaba sin otra compañía. Así que también hablaba a la naturaleza y lo hacía tanto más en la medida que tenía que dibujar mapas sobre el terreno. Para mí ver el alba allí fue una experiencia fundamental, que me atrapó y que hube de repetir siempre. Luego está mi necesidad de anotar constantemente, de escribir, trazar líneas, dibujar; como he escrito una vez, hay que hacer etnografía, sociografía, psicografía...” Nuestro norte es el sur.
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