MADRE




Una persona que no pertenece al mundo del arte me criticó severamente por no haber dado mayores explicaciones sobre la frase “un día entero de vida”, al realizar un video de promoción para el taller que me dispongo  realizar sobre la obra de Eugenio Dittborn. Ya tuve que lidiar con un problema. El público al que está dirigida la promo, lo lamento, es el que está señalado para ser reconocido como un “público de arte”. No hay nada malo en eso. Se trata de una promo para el interior de un nicho relativamente cautivo de personas que pudieran desear saber algo más de la obra de este artista, pero de un modo novedoso. Digo, no como una cápsula académica destinada a estudiantes de pregrado, sino a quienes ya saben qué significa este artista para el arte nacional y desean ir más allá. Hay que tener modestia para escuchar una frase que parece incomprensible. La comprensibilidad es un proceso que requiere de una cierta generosidad en la distancia dispocisional.  La frase incomprensible está colocada para generar un cierto interés, disponible como un “enigma de pacotilla”, destinado a servir de gancho indeterminado. Entonces, me objetaron emplear las redes para dirigirme a un público escaso. Es verdad: el público es cada vez más escaso. El problema con los públicos es que se constituyen como anillos concéntricos, divididos según el manejo de mayor o menor conocimiento de los códigos de reconocimiento del arte contemporáneo. En los círculos más lejanos no se entiende por qué Dittborn es importante. En los círculos más cercanos se entiende mejor, pero tampoco se ahonda en las singularidades. De modo que, un taller sobre Dittborn debe apuntar al conocimiento de las singularidades propias de sus procedimientos de producción de obra. Habrá que saber, desde el comienzo, por qué empleo la palabra "producción" en vez de la palabra "creación". Lo que supone pesquisar sobre el concepto de arte como un tipo de práctica teórica.  Lo cual le va a molestar a los sociólogos de antes, que solían leer a Althusser. Me van a preguntar de cómo es posible considerar que la pintura es un tipo de práctica teórica. Tendrán que admitir que nunca fueron muy proclives a dejarse llevar por las metáforas. Así es como les fue (Risas). Después de sus perturbadoras carreras políticas, todos tuvieron que regresar a la universidad. Pero, ni tanta metáfora: encontré (siempre lo he tenido en mi biblioteca) el famoso libro con los escritos teóricos de Marc Devade, que era reconocido como el “teórico” de “soporte/superficie”. Vayan, los estudiantes, a revisar una enciclopedia de arte contemporáneo. Seguro que no les han hablado de esto en clases.  Resulta evidente que el movimiento de mayo 68 sirvió como catalizador para el relanzamiento crítico de la pintura en Francia. Dittborn estaba en Paris y tenía un taller en la rue Visconti. Allí realiza una pintura plana. Siempre ha puesto atención al plano. Pero después le puso atención a la letra. En su literalidad más plana, que consiste en poner atención en los “objetos literarios encontrados”. Regreso a la frase del conflicto inicial: “un día entero de mi vida”. En efecto, mi vida experimentó un severo traspié (Más risas). Esto es un ensayo de cómo hacer un taller para perder amistades. Porque la verdad del material verbal se homologa a la materialidad de la propia pintura. Para lo cual, había que ir a las Selecciones del Reader Digest para poder encontrar el relato de una madre, que bajo el título de “Borrón y cuenta nueva” exponía lo que Dittborn recogería como una frase con la que condensaría la práctica que pondría en crisis la (impropia) pintura chilena. Todo, en condicional, incierto, como una paternidad. 


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