HEMATOMAS
Otro desafío. Las pinturas de Verónica Cárcamo en d21, que persiste en hacer exposiciones de laboratorio. Resulta difícil no leer estas pinturas sin recurrir al texto de Eugenio Dittborn. En su estilo de precisión prescriptiva, define las coordenadas de un campo de operaciones reducido. Esta pintura es la sinopsis de un oxímoron: un filme inmóvil. La pintura dilata una pose ya fijada por la fragmentación de su olvido. Lo que Verónica Cárcamo recupera es el indicio de una ruina, a través de la cual se accede a la fosilización del instante. No deseo hablar de la pose. Antes de eso, hay que mencionar todas las escenas paródicas, en la escena chilena, del(la) artista frente a su caballete. Eso debe ser el vergonzoso recuerdo del canon de lo contemporáneo en 1981. Menos mal que éste fue diluido por sus propios vigilantes, que se pasaron de la raya hacia la “instalación animosa”. (Risas). Aquí, en cambio, pura ortopedia. A lo más, una mesa de dibujo para los formatos de miniatura, que recuperan la tradición mobiliaria de interior de casa oligarca venida a menos. Eso es lo que más distingue esta pintura: lo venida a menos de la imagen y de la materia, que asienta una práctica de escritorio para reducir el alcance del “plenarismo”, que caracterizaría a toda una pequeña tradición desde Eguiluz. Pero respecto de eso, Verónica Cárcamo revienta las referencias y perturba las filiaciones, hasta secuestrar el instante, haciéndolo pasar por el remojo de revista Rosita y la complicidad del “due tono”. De este modo, compone una “vanitas” acromegálica, para hacer de ella una toma-vista sobre un impreso que ya ha sido recortado y convertido en fragmento huérfano, para ser inscrito en una especie de “sename pictórico”, en que las imágenes deben ser rescatadas para que experimenten una educación de las formas como se debe. Esta es la razón de por qué esparce con indolencia el trazo de materia enflaquecida, revelando el efecto cromático de los hematomas, cuya distribución termina por modular la representación de un cuerpo que lleva puesto un delantal de mujer de servicio, que huye de su trabajo de mesera en un snack de borde de auto ruta. Pero también puede ser algo que ya ha sido reconocido por un “arte de antes de la guerra”, sepultado en el reservorio de películas de guerra fría. Aunque también, esa arquitectura moderna algarrobina se encuentra en el Jardín del Este, donde funge todavía como un modelo tardío de progreso. Es ahí que los fotogramas averiados adquieren valor para reconstruir la pátina de una época reconstruida para el olvido. Semejante catástrofe se ve acentuada mediante la ejecución de una línea de cuadritos indecentes, realizados con una dejación ejemplar, para desprenderlos del impreso y poder aplicar sobre la zona de extracción, pintura aligerada con agua de alibur. Asi, para concluir, resulta útil mencionar la proposición a la que recurro cuando me encuentro frente a una pintura que me significa: “la peinture pense, comme un pansement”. Esto proviene de un texto famoso de René Passeron, que mi maestro Jean Lancri amaba citar, aprovechando la homofonía parcial que se establece entre las palabras “penser” y “panser”; es decir, en castellano, entre pensar y poner un bálsamo para curar una herida.
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