BLANDOS
Hace algunos años presenté las obras blandas de Mariela Leal en una exposición colectiva, en el CCPLM. Una madre protestó airadamente por qué no dejábamos a su hijo jugar entre los “cojines” zoomorfos, porque interpretó que si había objetos blandos, entonces era para que se “interactuara” con ellos. Armó un escándalo. Después, en una ausencia de vigilancia, las piezas fueron vandalizadas. Pasaron los años. Mariela Leal redujo el tamaño de los “blandos” y los hizo asemejarse a perros de trapo que comenzó a disponer como jauría amenazante en el ingreso de los centros de arte en que exponía. Es lo que ha ocurrido, últimamente, en Guayaquil, en Asunción, en Rosario y en Mendoza. Pero no hay que olvidar su trayectoria; es decir, el camino que estas “esculturas blandas” han realizado. En un comienzo, analizadas como objetos transicionales, que comprometían la sustitución de la madre. De ahí que fuera explicable la obsesión de la madre del comienzo, porque su hijo accediera a los objetos, porque eran un sustituto de sí misma. No suele ser común que una obra intervenga para poner en duda las bases de la maternación que no se termina nunca. Pobre hijo. No lo soltarán jamás. En cambio, estas obras están hechas para ser soltadas. Es más: mantenidas a distancia, como objetos aberrantes. Estudiando los bloqueos de la actividad gráfica en el niño, entendí la importancia del desprendimiento psíquico con un objeto amado, que se realiza en el proceso de transferencia con su sustituto. Por eso, cuidado con la profusión de “arte participativo” que domina los formularios de los concursos a fondos. Es un arte que impide la separación y el acceso a la vida adulta, por decir. Vamos rápido. En el momento de las primeras huellas, digámoslo así, no es el olor de la madre, ni el color ni la forma de su vestuario lo que la hacen presente, sino la puesta en escena del movimiento de la separación y de la posibilidad que tiene el niño de imaginar a la madre marcada por la puesta a término de una unidad primitiva. Lo que importa, entonces, es el trabajo de separación. En las prácticas de arte, la función de la imagen es la de facilitar el trabajo de duelo. El trabajo de Mariela Leal tiene que ver con esto, y no con la evocación de mascotas-fetiche. Lo cual significa manifestar el poder de producir transformaciones a distancia, como se hace para atraer a una trampa a un ser deseado. Los objetos blandos de Mariela Leal están dispuestos en los accesos o en el centro de espacios regulados de arte, para producir una imagen edificante y atenuante, que disimule la amenaza del dolor traumático de la irrupción forzada. De ahí, encontramos la disposición para una nueva amenaza, porque la reducción de los objetos blandos implica, además, que las costuras interiores contribuyan a modificar las siluetas y las acerquen a la inquietante materialidad de un cuerpo cuya densidad no supera el estado crítico.
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