TERRENO



El sábado 4 de marzo tuvo lugar en el CCPLM la presentación de la publicación que señala el cierre de “Trabajos de campo”. Existen prácticas sociales cuyos efectos estéticos poseen mayor densidad que los deseados por variadas experiencias de arte contemporáneo. Las obras más significativas de esta exposición estaban en esta zona. Las obras de no artistas han logrado plantear los problemas que el arte dejó de plantear. Y las obras más significativas de los artistas fueron aquellas en que su diagrama estuvo determinado por prácticas no artísticas. De modo que, bajo la cobertura de una exposición de arte contemporáneo, la curatoria puso en discusión las relaciones de tolerancia entre “artialización” y prácticas de manejo de un medio ambiente sometido a una experiencia crítica, formulando una hipótesis productiva y no menos contradictoria: el trabajo de campo. Esta noción fue escogida para elevar la categoría de una “salida a terreno”. El trabajo de campo introduce la inversión metodológica que pone en cuestión la legalidad y la legitimidad de una intervención, modificando el estatuto de la práctica no artística. ¿En qué momento el “campo” sustituye al “terreno”? ¿En el momento en que se somete a la memoria gráfica de las primeras expediciones? El nombre de Humboldt aparece, de hecho, en “Trabajos de campo” y “Naturaleza observada”, las dos muestras que se cierran este mes en el CCPLM y que son el mejor exponente de un inconsciente institucional a cuya permeabilidad le cabe la necesidad de sustituir los títulos. Esta exposición, “Trabajos de campo”, debió llamarse “Naturaleza observada”. Y viceversa, porque el paisaje fue convertido en un campo de trabajo analítico destinado a reforzar el efecto fisiognómico de la pintura de paisaje. En esa medida, “Trabajos de campo” excedió su propósito conceptual, porque redefinió el estatuto de “lo natural”, como un espacio que no es reconocido sino por la producción de una mirada. En este sentido, no hay naturaleza, sino solo paisaje. El territorio responde a la organización administrativa del manejo de aquello que le pone precio al país. Toda intervención del río Loa, por ejemplo, plantea un problema de soberanía nacional.  En general, las condiciones de acceso al agua definen la habitabilidad de un país. Eso es lo que hace Rugendas, cuando pinta “Paisaje cordillerano” (1838); es decir, dotar de carácter al relieve. De ahí que, a mi juicio, adquieran relevancia las fotografías de travesía de la cordillera del club andino alemán, porque el montañismo es, desde un comienzo, un dispositivo de reserva que se sostiene gracias a la trazabilidad de una figura: el arriero. ¿Pero, no es esa la característica de toda expedición? Las páginas de “Tristes Trópicos” (Lévi-Strauss) relativas al trasporte de una expedición lo confirman.  Entonces, en otro terreno, el uso visual de las anotaciones humboldtianas poseen la ambigua virtud de señalar la existencia de las primeras marcas. Lo curioso es que, de una a otra exposición, en el CCPLM entendido como encuadre, Humbodlt imprime un método que permite la “producción de mirada” sobre aquello que no habría sido objeto de trabajo: Chile natural. De hecho, la primera pregunta que armó el conversatorio de presentación de la publicación apuntó a definir el concepto de naturaleza, y la respuesta fue de una astucia extraordinaria; naturaleza es todo lo que no es cultura. Me atrevo a sostener que no hay naturaleza sino por la cultura y que es solo por la cultura que podemos inventar una política de protección de la naturaleza. 




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