PEINETA
A fines de 1973, en algún momento, Patricia Israel cruzó en auto por el paso de Los Libertadores en dirección de Buenos Aires, donde la guerra sucia ya tenía lugar. Atribulada, recorría las calles de Buenos Aires para pensar en su próximo paso. Era evidente que no podía permanecer por mucho tiempo más en esa ciudad. Un día, se tomó su tiempo y regresó más tarde a su casa. Al doblar en la esquina se percató que los agentes de los Servicios realizaban una “operación peineta” y se llevaban detenidos a todos los habitantes de la casa. Un retraso le impidió formar parte del grupo. Fue el momento en que decidió mudarse a Venezuela. Regresó a Chile en 1980 y se “arranchó” en el Taller de Artes Visuales, donde armó una “carreta” junto a Beatriz Leyton, Pedro Millar, Juan Castillo, Cecilia Bernal y Conchita Balmes. Fue en esa compañía que la acogió que realizó una de sus piezas de grabado más distintivas: “Operación Peineta”. Había realizado pocas xilografías. Más bien, le acomodaba el grabado en metal. Pero también, era una apasionada de la serigrafía. Pero el grabado en madera la hizo practicar la “retención” del tiempo, para conjurar la amenaza de una “detención”, que en esa época no dejaba de acompañarla. Mimando el gesto del artista paleolítico, realizaba un grabado en el que tres agentes apuntan con sus armas a una pareja de” piojos”, que serán pasados a través de la peineta, como si fueran insectos. ¿No había una frase? Dios sabrá reconocer a los suyos. En Buenos Aires, nunca se había sentido más indefensa. En una vereda de Santiago, años más tarde, encontró unos juegos de peinetas de marca “Pantera” y los compró. Había uno que tenía una púa rota, dejando una abertura mayor, por donde podía escapar el “piojo” buscado. Siempre se piensa que debe existir un barrote quebrado; un espacio que indica un vacío posible, para imaginar una fuga. Los brazos levantados de los detenidos se confunden con las púas gruesas. Las púas delgadas de la peineta producen un efecto de cortina, como mi fuese una celosía vertical destinada a impedir el acceso de la mirada hacia el lugar de un crimen de lesa imagen. La palabra “Pantera” es un sustituto de “Jaguar”; palabra que define la procedencia de quien ordena el operativo. Se trata de advertir el nombre de una “política de acecho”, que busca alisar el pelo húmedo y componer el orden de una filiación rota. Este grabado sostiene la peineta como si fuera la metáfora de un título que rememora un (cierto) regreso a lo reprimido, y de paso distribuye los roles de la tinta para imprimir una imagen que exige que el cuerpo sea presentado como prueba (habeas corpus). Esta es la manera de como Patricia Israel ensaya las exigencias encubridoras de la “literatura de cordel” como tradición que articula imagen y texto, como si pensara en la necesidad de declarar -en alto contraste- la diferencia zonal entre un origen y un destino.
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