MELANCOLÍA


Hay quienes consideran que la imagen es una sepultura sin recubrir. Y que el duelo histórico es deudor de las condiciones de exhibición de lo que no puede ser recubierto. Lo insepulto es el signo de la no asimilación de una pérdida cuyo sentido fija la permanencia del duelo, porque es producida como la metáfora de una temporalidad no sellada. Bueno: sin cubrir; no sellada. Lo que tenemos puede ser, simplemente, el relato de la tumba de Lázaro. Cristo ya le habría dicho: despierta y camina. Sería la ocasión para declarar de manera anticipada que su propia sepultura debía permanecer no sellada, con el objeto de inaugurar la temporalidad de su iglesia. No habría, entonces, ninguna insubordinación, porque todo el relato se ajustaría a un plan divino, como en el final de la novela de Michel Tournier, cuando el último de los reyes magos, llega, tarde, a la última cena, y devora, hambriento, las migajas que se expanden sobre la mesa. Es el primero que comulga en la historia de la cristiandad, porque los últimos serían los primeros. He ahí, entonces, la imagen sin recubrir de un duelo cuya rentabilidad simbólica depende de la permanencia exhibitiva de lo no sellado, que permite ver el hueco. Un hueco, digamos, portátil. ¡Pero el hueco estampado como si fuera un cuño seco! Lo que nos conduce a pensar que está disponible para hacer explícita la demanda (el deseo) de ser colmado por la contra forma.  De ahí que, en toda fotografía, no encontremos más que el regreso de un muerto. Esa cosa terrible que tiene la fotografía. El hueco (lo fotografiado) deviene espectro y el observador descubre (en él) el objeto perdido para siempre. Como efecto compensatorio guarda una foto-carnet en la billetera. Como es sabido, para pensar en relación con el contexto de producción de la lectura sobre fotografía, no separado de las condiciones de producción de su interpretabilidad, es necesario situar el comienzo de la reflexión (radical) sobre fotografía en Chile, con la aparición de una amenaza máxima; es decir, la existencia de sepulturas imposibles de ser selladas, a la espera de los cuerpos que debían colmarla. En las costumbres funerarias de ciertas comunidades de pescadores existen los cementerios-sin-muertos. Se vela a los desaparecidos en el mar, exponiendo sus trajes sobre la mesa, como cobertura sustituta, y luego se los introduce en un ataúd y se los entierra, al borde un acantilado, con las cruces de frente al mar. Manera de hacer el trabajo de duelo. De lo contrario, se hace de la permanencia del hueco, el espectáculo de la temporalidad no sellada. Por un lado, la lectura de Roland Barthes y de Susan Sontag solo son verificables a comienzos de los ochenta, cuando sus traducciones aparecen en algunas librerías de Santiago. Pero, que decepción. La “cámara lúcida” los desconcierta. Esperaban encontrar una teoría general y se enfrentan a un ensayo autobiográfico-fenomenológico. Sin embargo, fueron precedidas por la circulación de Walter Benjamin, mencionado desde fines de los setenta en un debate que favorecía la circulación de la obra de Dittborn. Los formalistas copiaban citas del primero; los reformistas de las comunicaciones alternativas se conformaban con la segunda; mientras que el último era objeto de una secta de eruditos que hacían del combate contra el “aura” una garantía de probidad analítica en la práctica del materialismo crítico. La coyuntura escénica de esta lectura coincide con la represión de todo intento de favorecimiento del despertar de la conciencia colectiva.  Debiera aprender.  Situación que favorece la hegemonía barthesiana, porque exhibe su mayor utilidad produciendo una teoría general de la fotografía como traducción de un proceso melancólico, que es el que corresponde al estado de la sociedad de “ese” momento. Luego, éste decaerá para dejar libre el paso al nuevo rigor universitario que se ocupa, durante la postdictadura, de poner a circular la textualidad benjaminiana ligada a las tesis sobre filosofía de la historia, justamente, cuando ninguna redención fue viable (ni) visible, más que en un programa académico. 


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