MAJESTUOSA




Naturaleza y paisaje son dos términos que aparecen de manera recurrente en el micro debate de la crítica (in)política. La asociación francofílica con la palabra “impolie” remite a la conexión de la crítica como un ejercicio “indelicado”. Y claro, la indelicadeza está en el modo y en el tono en como uno se refiere a las tensas relaciones entre los universal y lo local, que involucran maneras de generalizar y de observar. En esto consiste la fragilidad de la ciencia de los viajeros, que como señala Humboldt, “no pueden transportar de una comarca a otra la ciencia incompleta de su tiempo”. Que no se vaya a pensar que estoy leyendo al naturalista. Solo hago la cita de un modo segundario, desde la lectura de una tesis francesa acerca de la novela de César Aira basada en un episodio de la vida de Rugendas, escrita por Lucile Magnin. Como se verá, tampoco es Aira el objeto de mi interés, sino la cita que hace esta académica de un libro de José Pimentel sobre ciencia, literatura y viajes en la Ilustración. A su vez, la propia Magnin hace alusión a la biografía que Gertrud Richert escribe sobre Rugendas, en la que señala “debido a su espíritu de trabajo y grandes deseos de aventura propios de la juventud, echó sobre sí una vida llena de privaciones y penurias que,  como él mismo lo dice, había de llevarse a efecto sólo con absoluta fuerza física y moral ». Acto seguido, sugiere que la actividad de los pintores viajeros puede ser considerada como una anticipación del “arte de la performance”; es decir un arte corporal dominado por el sufrimiento, el dolor y la exposición del cuerpo a situaciones límites, a tal punto que el sufrimiento físico es casi la condición que le permite producir una obra de arte. Ciertamente, el modelo es Humboldt, respecto del cual Pimentel señala: “Lo sublime terrorífico, donde se encuentran el dolor y el temor, se ha transformado en lo sublime noble, donde residen el espectáculo grandioso de la naturaleza y la universalidad de su ciencia”, siempre, citado por Magnin. Déjenme decirles una cosa: en la pintura “Paisaje cordillerano” (perteneciente a la Pinacoteca de la Universidad de Concepción), que abre la exposición “Naturaleza observada” en el CCPLM, hay un detalle magnífico. Rugendas, entre una roca a la izquierda inferior y unos árboles a la derecha inferior del cuadro, pinta unos “criollos a caballo”, plantados frente a lo sublime terrorífico representado por los estratos verticales que proyectan la espacialidad de la escena hacia la materialidad cromática de las nieves eternas. ¡Ah, el artista pinta un paisaje al mismo tiempo que se propone vivir en ese paisaje! ¿Acaso los criollos a caballo no podrían ser un retrato distanciado del propio Rugendas junto a un acompañante, rememorando la partida de su viaje a la Argentina? La pintura está fechada en 1838, a su regreso, después de sufrir un accidente en el cruce de los Andes, que casi le costó la vida. ¿Está evocando el momento de su partida? ¿Debiera corresponder al momento en que observa, a la distancia, cual es la dimensión del obstáculo que debe sortear? En estas montañas están las privaciones, las dificultades y los peligros mayores. Sin embargo, los peligros mayores de hoy son de carácter analítico. Un cierto anacronismo historiográfico desplaza hacia el campo del paisaje el debate político sobre la invención actual de la Nación (comunidad imaginada). Dando por entendido que la recurrencia de la cordillera encubre una construcción cultural compleja, donde pareciera que geografía y paisaje fueran términos sinónimos. Esto es lo que se propone reflexionar  Paulina Ahumada en su artículo  “Paisaje y nación: la majestuosa montaña en el imaginario del siglo XIX”, al que se puede acceder   en   http://cral.in2p3.fr/artelogie/spip.php?article144. En efecto, su propósito es  “investigar en particular cómo se construye el paisaje de la cordillera como un símbolo de la nación durante el siglo XIX. Un proceso que no es aislado, sino que se da también en otros los países americanos : en Argentina será la pampa o en Brasil la selva lo que se convierta en paisaje nacional. Preguntarse por cómo se construye un paisaje de la nación será en este caso preguntarse por cómo este se representa, por lo tanto, la pregunta que guía el artículo será ¿Cómo se representa la cordillera durante el siglo XIX, en el contexto de la formación de la nación ?”. Tarea para la casa. 

   



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