DISTANCIA

Presentación del libro “pequeña NOVELA”, en CasaPlan, el 12 de mayo, en Valparaíso. Agradezco a Alberto Madrid el esfuerzo y la pertinencia para reconstruir la secuencia de los títulos en que invertido la noción de novela para fijar las condiciones de la filiación y la transferencia en el arte chileno. Ese ha sido el objeto de mi trabajo. Esto significa preguntarse de donde vienen los niños y establecer de qué manera un acontecimiento se inscribe en una estructura. Mejor dicho, cómo una estructura determina la pensabilidad de un acontecimiento. El temor primario se localiza como duda del origen. ¿De donde viene? ¿No lo habrán dejado en la puerta, en una canasta? Esa es la pregunta que se hace el arte chileno y que instala la diferencia entre pintura oligarca y pintura plebeya. El pater es incierto, la mater es certissima. Sin embargo, los artistas desprecian a la madre, por haberse entregado a las potencias extranjeras, y la castigan a muerte, lapidándola. Por eso, la tipografía lapidar, en el título de esta novela. Vergüenza de la réplica, entonces, porque se piensa que la matriz ya está malograda. Mi trabajo se realiza en el centro del malestar que se produce a raíz del descalce del acontecimiento respecto de su referente de conocimiento. La literatura acude en mi auxilio porque termina siendo la filosofía del pobre. En “La batalla de Placilla” (Marcelo Mellado) una maqueta supera la representación. En “La Comedia del arte” (Adolfo Couve), un cuadro plástico reproduce el modelo determinante de la farsa, como un juego transicional, en que un hijo produce la ficción del desapego de la madre, para poder constituirse como sujeto. Esto nos pone delante de una exigencia siempre mayor, que consiste en la producción de distancia. ¿Cuál será la buena distancia? Ni muy lejos ni muy cerca. La cultura se separa de la naturaleza. La estructura se aleja del acontecimiento. Lo inteligible se separa de lo sensible. Entonces, entre estructura y acontecimiento, se instala la historia. Entre el hombre y la mujer, el parentesco. Entre el cielo y la tierra, el hombre desnudo intenta subir por una liana, para asegurar este paso difícil. Todo esto se hace por el mito.  Para el mito. Cuando fracasa la aplicación del programa, los políticos recurren a la poesía disponible y se inaugura la era de los chamanes, para proteger la causa. El arte chileno, en cambio, se desprotege y exhibe su carne viva en la medida que el modelo de la farsa se anticipa a la tragedia de su conveniencia, y la maqueta reproduce el modelo reducido del tratado de las pasiones.  ¿De que se trata todo esto?  De ejecutar un programa de escritura donde el mito sea su manera de presentarse, pero como un fraude inevitable. De ahí que la portada del libro reproduzca un paquete.  ¿Qué contiene? ¿Qué es lo que marra? ¿Qué envoltura ensaya para retener el escurrimiento de una materia, convertida en grano o en polvo?  En “Betty la fea”, la producción colombiana retransmitida por Netflix, el encargado de mensajería de la empresa se refiere en algunas ocasiones al "paquete chileno”. ¿Por qué emplear esta imagen para la portada de un libro sobre arte chileno? ¿Acaso es lo envuelto? ¿La envoltura es suficiente para calificar la consistencia del amarre? Parece más bien un objeto duchampiano “a la chilena”; es decir, sancionado en su condición de réplica plebeya de un modelo oligarca originario.  No se sabría especular de este modo. Habría que construir la buena distancia. Ya lo he mencionado.  Para eso existen los espacios y las mediaciones. Los plebeyos que ocupan el aparato del Estado en 1900 contratan a un español para que viniese a combatir el efecto oligarca afrancesado. Hasta que naufragan en la dictadura de Ibáñez. Desde ese momento la universidad será el templo del retraso y de la flojera formal, gracias a la prolongación del manchismo depresivo de Adolfo Couve en el sistema de la reforma, que pasará a ser dominado por el signismo histórico-materialista de José Balmes. Esta será la primera aceleración de transferencia, ligado a la intervención americana de Santo Domingo, de donde obtendrá el nombre para fijar la reversibilidad de los procesos de representación de lo político, gracias al triunfo por decreto del muralismo solidario, que asociará la gráfica de Larrea a la banalización ilustrativa del programa de la UP. Ese naufragio permitirá la limpieza de los establos de Augias de la plástica chilena y facilitará la adherencia simbólicas del desfallecimiento monocromo del sistema dittborniano, como segunda aceleración de transferencia.  


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