OFICINA


El empleo del timbre de goma hace de todo artista un pequeño funcionario que añora la existencia de un Estado protector. En el momento de la mayor desprotección, el gesto técnico-administrativo reproduce un rito de filiación. Cuando Filma Canales hizo ingreso al departamento de su hijo, Juan Maino, secuestrado por los Servicios, fue acompañada por un fotógrafo y un notario que debía dar fe del estado en que se encontraba la vivienda. La disposición de los objetos en la mesa del comedor correspondía al modo como habían permanecido las cosas al momento de la sustracción. El encuadre de la toma fotográfica consignó la existencia de una botella de vino, su reloj pulsera, una taza de té, una revista de fotografía, restos de un paquete de tabaco. Estos objetos fueron descritos por el notario que hacía la toma de razón, para confirmar la ausencia de quien había hecho uso de ellos. Años más tarde, el cliché de esta toma fue empleado para imprimir una tarjeta de conmemoración, que en su reverso acogió un timbre de goma con un perfil rectangular en cuyo interior se leía la frase “Grabado en la memoria”. Corría, probablemente, el año 1982, y los amigos de Juan Maino produjeron este impreso y lo timbraron para sancionar un gesto instituyente. Quienes sabían de gráfica de oficina ya conocían la existencia de timbres con palabras como “cancelado”, “aprobado”, “confidencial”, “rechazado”, etc. Cuando redactaron la frase que debía ir en el rectángulo de goma, conocían esta secuencia que operaba como un hipo texto, haciendo efecto de contención, para reclamar por aquello que estaba teniendo lugar, en Chile. En 1978, Virginia Errázuriz había producido el trabajo que motivó el título de la exposición “Grabado: Hecho en Chile” (CCPLM, 2021). Ese titulo ya había resonado para producir la frase de 1982, donde lo que estaba “siendo hecho” debía quedar inscrito. Sin embargo, existe otro antecedente. En octubre de 1981 había escrito un texto sobre una obra de Carlos Altamirano, que consistía en una batea de lavado sobre la que dispuso una lámina de acrílico que acogía impresa con Letraset la frase “grabado al agua fuerte”. El timbre de goma en el reverso de la tarjeta postal nos convertía en unos “funcionarios de la humanidad”, que reclamaban la presencia de un cuerpo. El encuadre de la toma ponía en rigor la existencia de una falta, que la materialidad de la letra no podía restituir. En 1963, salía del colegio y me iba a recorrer las librerías de ocasión que había en unas galerías cercanas a las Torres de Tajamar. Buscaba revistas usadas, en francés, de hacía tres o cuatro años. Así pude hacerme de una pequeña colección de números antiguos de “Paris Match”. Eran números de 1960 que reproducían fotografías de reportajes sobre la guerra de Argelia, sin por ello decir su nombre de “guerra”. Me quedó “grabada en la memoria” una fotografía en la que había un camión militar cuya plataforma estaba cubierta de cuerpos, de asesinados, todos descalzos, de modo que se podía percibir sobre la planta de los pies, la impresión de un timbre de goma. El pie de foto era explícito para acusar a los miembros del Frente de Liberación Nacional de ser los hechores de los ajusticiamientos sumarios de argelinos acusados de servir al ejército francés. El timbre de goma reproducía el nombre de la unidad político-militar que se adjudicaba la autoría e instalaba la idea que esas muertes eran las de condenados por un tipo de justicia que anticipada la potestad del Estado naciente.  Durante años viví con esta imagen, pensando por qué los cuerpos habían sido timbrados en la planta de los pies. En ciertas culturas mediterráneas, los pies son la parte más sucia del cuerpo, porque está en contacto con la tierra y sortea las manchas de orines y de excrementos. Pero no es por ahí que podría ir la explicación, sino por la proximidad con la clasificación del ganado y la tipificación de las carnes. El timbre sobre la planta del pie no es solamente la verificación de una autoría política, sino un procedimiento de humillación máxima del enemigo, en que la marca anticipa -en el deseo- su destino como “unidad primaria de carne”, susceptible de ser reconocida como apta para el matadero y no para ser remitida a una morgue, justamente, para impedir su trato humano de identificación y posterior eliminación por entierro o cremación. El timbre sobre la planta era tan solo la manifestación gráfica de la degradación del cuerpo del enemigo. Sería enojoso asociar la tipificación de las carnes con los sellos del arte postal, en el terreno de considerar que las piezas gráficas pudieran ser tomadas como partes de un cuerpo ya trozado y ofrecido a la distribución del sistema postal. El timbre de goma pertenece a las tecnologías de la soberanizacion, ya sea para restituir, aniquilar, neutralizar, clasificar, y sancionar los gestos técnicos mínimos de la burocracia del arte. 


Comentarios

  1. Por algún tiempo, mientras en 1972 (?) leía NOCIONES FUNDAMENTALES DE CIBERNÉTICA, (Paul Idatte) me parecía imposible establecer vínculos entre cibernética y metafísica, menos con chamanismo. Hoy en cambio, Downey y paradojas cuánticas entre medio, me parecen no sólo posibles, sino ves y envés de un mismo asombro.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

TALLER

TERESA

MON