MALDAD
En el texto de muro de la exposición “L´ame primitive” (El alma primitiva) en el Musée Zadkine, se señala que el cuerpo constituye un desafío mayor para los artistas “primitivos”, tanto modernos como contemporáneos. De la misma manera que se busca liberar la representación de su molde académico, hay que liberar al cuerpo del yugo de las obligaciones sociales. Eso resulta evidente para cualquiera. La distinción es maniquea, sin embargo, presenta una utilidad que nos puede ser de gran rentabilidad analítica a la hora de abordar las indigencias de la escena local. Posteo en Instagram la imagen de una cabeza de Zadkine. Eugenio Téllez me envía un comentario malévolo: ¿modiglianezca? Sabe perfectamente que en l´ Orangerie está colgada la colección de Paul Guillaume, marchante de arte francés, gran promotor del “art nègre”. ¿En que estaba pensado Téllez? En que en un pasillo, enfrentados, hay varias pinturas de Modigliani y una vitrina donde se exhiben unas máscaras fan que pertenecían a la misma colección. ¿Ven como en la escena francesa también se cuecen habas? La exposición del Musée Zadkine opera con la noción de “alma primitiva”, en el 2022. Se supone que el punto de partida es la noción de “alma”, en Zadkine, aunque no queda explicitada ninguna distancia entre ese primitivismo mittel-europeo y el “art nègre”. Lo que si, se hace manifiesto el propósito de la exposición que lleva, justamente el título de “El alma primitiva”, para poner en duda la legitimidad de la misma noción, sin dejar de proclamar la voluntad de estudiar de qué modo Zadkine se distanció de la cultura dominante en provecho de una búsqueda de los orígenes, conducida por una fuerza creativa destinada a reencontrar la autenticidad. Téllez lo sabía: cada época “inventa” el primitivismo que se merece. Pero en su francés-canadiense, Téllez emplea las palabras “mettre sur pied”, en vez del vocablo inventar, porque remite a una operación materialista que considera el poder de los primeros gestos tecnológicos, que recurren al orinen de la enunciación en el grabado, mediante punta seca o buril. Poner en pie, edificar, levantar, conduce al léxico marxista del andamio leninista. Por eso me envía la pregunta: ¿modiglianezca? Porque apunta al andamiaje epistemológico sobre el que se apoya la cabeza expuesta, que tanto le debe a las máscaras fan, convertidas en garantía de modernidad. Todo lo cual nos conduce a elaborar un mapa de las querellas sobre los ecos del primitivismo en las escenas diferenciadas de la vanguardia europea de comienzos del siglo XX. En ese entonces, Picasso distribuye los certificados de pertenencia y es así como recupera a Wifredo Lam, de un modo absolutamente colonialista, diciéndole, en el fondo, “tu eres, el primitivo”. Que es como decier, por debajo, “haz de ti, un referente”. Hasta que en 1949, Fernando Ortíz escribe un ensayo para Lam, en el que lo rescata del coloniaje picassiano y prepara condiciones para que la obra de Lam no le sea cubísticamente dependiente, porque debe enfrentar la expansión voraz de un oligarca chileno devenido pintor, y que se lo puede joder. La gran tarea que hace Lam, junto a Aimé Césaire y Edouard Glissant es martiniquizar la necesidad francesa de primitivismo. Lo cual conduce a pensar en esa leyenda urbana que reproduce un comentario que Henry Moore le habría hecho a Marta Colvin y que hubiera consistido en la siguiente pregunta: “¿Para qué viene a estudiar a Europa, si usted tiene la Isla de Pascua y la cordillera de los Andes como academia?” ¿Cómo le explicaban a Henry Moore que para entender eso había que viajar a Europa para tener la experiencia de la vajilla inglesa? Lo que me lleva recuperar un viejo argumento historiográfico, que he empleado para abordar la pasión de Nemesio Antúnez por la cerámica negra de Quinchamalí. Tenía que haber tenido la experiencia de las maneras de mesa de la oligarquía para haber podido entender la belleza y la autenticidad de la cerámica pobre de Chillán. Aunque hay una segunda versión que localiza la razón de su pasión por las artesanías populares en el mandato staliniano de la década del cincuenta, en que su movimiento comunista promovía la sinonimia entre el primitivismo del folklore de los diversos pueblos de la unión de repúblicas y el “alma de la revolución bolchevique”, después del triunfo del ejército rojo en la Gran Guerra Patriótica. Curioso: quienes reivindican hoy a Violeta Para como “primitiva contemporánea”, debieran saber que ella asiste al congreso mundial de la juventud en Budapest, en 1954.
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