VOZ
En 1980 había escrito “Primera Línea (Novela histórica)”, que fue recién publicada en el 2005 por Talca Art, en Talca. Se puede encontrar en un sitio dedicado a la colección de libros raros y está a la venta por 18 euros. Libro raro, por haber sido publicado después de 25 años de escrito. En 1982, terminé de escribir “18 Brumario”, novela (más histórica todavía), que a la fecha no ha sido publicada. Con esto quiero decir que al entrar en contacto con el campo del arte, ya tenía una cierta experiencia, digamos, de hacer huella; solo que no tenía la superficie de recepción esperable. ¿Qué hacer? Trabajar en un tipo de travestimiento, en un medio en el que los escritos podrían pasar por “textos de arte”. Nadie sabría que formaban parte de una empresa compensatoria, que debía permitir escribir el nombre en el seno de un espacio fallido. Monté un sistema que (me) permitió atravesar la década. Antes de poner en práctica la estrategia de sustitución, el libro de Bernard Pingaud, leído en la biblioteca del instituto chileno francés, autorizaba una asociación obligada. ¿Qué es una voz? Pregunta Pingaud. Leído en 1980 posee una resonancia dramática. En la voz, el cuerpo se presenta como una prueba sensible de su realidad. La voz no expresa al cuerpo, pero lo hace aparecer. Si cierro los ojos y escucho la voz, es como si el cuerpo estuviera presente. Pero de una presencia tan inmaterial que pareciera morir en ella. Está tan segura de si misma, que pareciera destinada a resumirlo, a condensar el cuerpo. No hago más que traducir. No se recoge la voz, no se la toca. Sin embargo basta para ocupar la escena. A tal punto que se tiene la impresión de que flota en el espacio como si fuese un pedazo desprendido del cuerpo. No habría voz sin ese soplo que la produce, sin este orificio de la que emana, sosteniendo la fenomenología de la boca. Así la lectura, pensaba en aquellos a quienes se les arrancaba la voz como si ésta fuera su reemplazo. Porque también, la voz designa al cuerpo y escamotea su acceso, al punto de devenir un argumento jurídico. Habeas corpus. Eso fue lo que hundió, recientemente, a un general. Usted estuvo ahí, en la habitación de al lado, y escuchó. Haber escuchado lo ubica en el lugar. ¿Qué me tiene que decir? Estuvo ahí. La voz, fuera de si, es un cuerpo, otra boca que hay que penetrar para entender. El libro de Pingaud fue publicado en 1973, como novela. Ese año, en Santiago, agentes del Estado buscan extraer a la fuerza la voz de los otros, portadora de mensajes, porque la movilidad de un cuerpo era desde ya una amenaza, por el solo hecho de enunciar su deseo. La voz arrancada podía recomponer el efecto de un soplo. Arrancar la voz para romper la fidelidad con los cuerpos que debía proteger con el silencio. Era la primera línea de un combate por la restitución del habla. Lo harían cantar. Lo que se llama, quebrar la línea de su resistencia máxima. Aún así, la singularidad de la voz se hace evidente en el canto, que puede ser escuchado sin que se comprenda lo que dice. A tal punto que, a veces, las palabras no son más que insípidos pretextos. La voz, en su despliegue como canto, es la vida misma puesta en obra, ya que el soplo de un cuerpo se hace corpuscularmente perceptible. En “Primera Línea” la voz tiene valor como transmitida por un dispositivo de alerta irrevocable. Los personajes escuchan. Ese es el único acto que los unifica. La posición que ocupan en una escena los determina. Un grupo, en el borde de una cuneta, escucha una radio transistor. Un sujeto, desde un interior, a través de una ventana, observa al grupo. El escucha, también, la radio. Pero su objetivo es diferente. El grupo escucha un discurso. Un hombre, cerca de ahí, dejará inscrita su palabra, transmitida por una radioemisora. Serán sus últimas palabras. El sujeto, en el interior, mirando a través de la ventana, debe discriminar en la información radial, el momento de aparición de una señal. Eso es todo. El modelo de la novela depende de la noción de per-spicere (mirar a través), manifestando la función del encuadre que identifica al grupo de la vereda, cuyos miembros son identificables solo por la combinación de sus vestimentas. Así, el sujeto del interior es portador de los signos de aquel que sostiene una misión (chaqueta de tweed, jeans de cotelé de Fábrica de Ropa El As, zapatos Bata, paquete de cigarrillos Liberty) cuyo secreto reside en la amplificación radiofónica de un santo-y-seña. Novela histórica en la que se hace el relato de un momento signado por el gesto de escuchar la singularidad de una voz.
Comentarios
Publicar un comentario