LENGUA

En el libro “Grabado: Hecho en Chile”  hay referencias diversas a un solo texto escrito en paralelo a los trabajos disposicionales de Gonzalo Díaz en 1988. La razón de dicho paralelismo es que se basan en otros dos textos; uno, de Francesca Lombardo; y el otro, de Jacques Bril. En verdad, fue Francesca quien me puso en la pista de Bril y de Serge Tisseron, a propósito de la erótica del tacto en las telas. El libro de Bril se titulaba “De la toile et du fil” (de la tela y del hilo). Eso era lo que importaba: la homologación entre la costura y la sutura, como un lugar común para la plástica chilena. 

Olvido a la fuerza que el texto de Francesca trataba sobre mitomanía e industriosidad y que formaba parte de la infraestructura literaria que me permitía abordar una serie de “temas”, susceptibles de ser convertidos en problemas visuales, que a su vez servían como portadores de una ficción. De ahí la noción de que los textos son útiles o no sirven. Porque para lo que sirven es para que las obras referidas le hagan una carrera (al artista). No sirven cuando la autonomía narrativa es mayor que la obediencia debida. Es muy probable que, textos que se ha pensado útiles para una promoción determinada, no hayan sido vehículos de rentabilidad alguna.  

Para circular en el espacio estadounidense, algunas personas decidieron traducir algunos textos de mi autoría. Me ocurrió en tres ocasiones. Los editores re-escribieron los textos para hacerlos traducibles. Esto es un gran cumplido, encubierto por una ofensa.  Para circular en ese espacio hay que pagar el costo de la mutilación. Lo que no es de extrañar. Una curadora que tuvo que enviar a traducir uno de esos textos, se refirió a mi escritura como roaming; es decir,  que deambulaba  y que no iba jamás al punto. En suma, demasiado “barroco”. En síntesis, ineficiente.

Ahora, sabiendo todos que un texto no tiene utilidad alguna, sigue habiendo artistas que solicitan un texto, solo porque deben cumplir con un tipo de saturación tipográfica de un campo. Tanto su extensión como su diseño están calibrados por la edición general del catálogo, y en ese sentido, hace las veces de un eficaz bloque de acompañamiento. En este sentido, lo que se presta mejor al acompañamiento utilitario es un prefacio escrito por un poeta o un novelista. 

En 1982 pensaba que al no tener un asidero en el campo literario me iba a dedicar a escribir sobre arte, como sustituto de una derrota política, para construir un lugar textual desde el cual podía comenzar mi epopeya de reconocimiento travestido.  M.M. dudó que pudiese sostener semejante estrategia. Cuestión de tiempo. Hay cosas que se terminan de imponer por cansancio.  

Finalmente, Alvaro Bisama acudió en mi auxilio cuando me instaló, veinte años después, como un escritor-de-no-ficción-por-entregas. 

Lo que debía “colocar” era un trabajo de estilo; sin embargo, esto solo era reconocible mediante la producción de indicios mínimos de fijación. En las columnas anteriores, la visibilidad de los problemas está sujeta a las expansiones de la noción de cartografía y de cuenca semántica. De ahí, la necesidad de mencionar a Ortíz-Glissant-Césaire, como una secuencia que permite defender a Zañartu de la sobreimpresión asociativa de Matta. Un amigo que me escuchó hablar de esto me preguntó por el rol de Breton, ya que en la inmediata post-guerra había realizado un viaje a México, que es el único lugar de la tierra que “puede comerse con zapatos” al surrealismo. Me hizo pensar que estaba en lo correcto. Breton bajó hacia México para difundir su legado. Los tres nombres que he mencionado pertenecen a un universo afro-cubano-antillano, deudor de la poética del son, como un operativo modelo cultural afectivo. De ahí que impida recurrir a Matta como fuente obligada, porque no corresponde. 

En “Grabado: Hecho en Chile” destiné varios segmentos a analizar la lección que Enrique Lihn le imparte a Enrique Zañartu en Revista de Arte. No recuerdo si fue en 1956 o en 1958. En esa época, dos años es demasiado. Treinta años después, me encuentro en una situación similar respecto de otros artistas a los que escribo textos de acompañamiento. Ya no hay lecciones que transmitir, sino hitos ceremoniales que distribuir.  Por esa razón, en 1988 puedo escribir los textos más tristes que hubiese podido escribir, porque han sido los textos ceremoniales de la muerte del comentario. Desde ahí, cuando los filósofos franceses quieren pensar, lo hacen en alemán, para asegurar una carrera académica en la Universidad de Chile. Es un chiste teórico, franco fóbico.  En el reverso de esta política, la única manera de salvar la carga semántica era escribir en español, “como si” pensara en francés. Ahí estaría la ficción de la separación.  El como si debía ser fundamental. 

Se escribe, entonces, desde un cierto exilio de la lengua y de la tierra natal; es decir, la lengua de la tierra natal. 


Comentarios

  1. El problema del EXILIO, es que en vez de sacar, extraer, descentrar; Centra, crea pequeños centros que se se creen, a sí mismos, como descentrados.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

TALLER

TERESA

MON