FUERA
Entre los comentarios que he recibido sobre la útima columna, hay personas que pensaron que les estaba tomando el pelo cuando hice referencia al Gabinete de Placeres Menudos. Como siempre he sostenido que toda mi escritura sobre arte forma parte de una gran novela, me exigen que proporcione acceso seguro a las fuentes porque los académicos de las escuelas en función no están para que los agarren para el “chuleteo”. Jamás ha sido mi intención, de modo que para cumpir con el cometido, no me queda más que citar a Marthe Robert, que publicó en los setenta “Roman des origines; origines du roman”, que se traduce como “Novela de los orígenes; orígenes de la novela”.
Este es un libro antiguo, que Enrique Lihn cita, ya, en los años ochenta, cuando lo atacan de todos lados, por estructuralista y por formalista. O sea, sin dios, y sin ilusión. No era fácil hacer entender que palabras tales como “escena”, “novela de origen”, “desplazamiento”, “condensación”, que entran a formar parte del léxico de la crítica, provienen del campo freudiano. Quien no reproducía la jerigonza parecía estar fuera de la historia. Quienes leemos con lentitud y distancia los libros de siempre, quedamos fuera de todo (Risas). Ese “todo” era definido por los doctorandos en la España de las últimas décadas de transferencia universitaria. (Más risas). Hoy, después del éxito de las ciencias del espectáculo, la crítica de arte local parece escribirse en léxico de neurociencias y ecología (Aplausos prolongados). Cada época tiene la jerigonza que se merece.
Respecto de lo anterior, pocas personas saben que existía, en la corte de Luis XIV, un Cabinet des Menus-Plaisirs. Y que era el dominio del grabado en metal. Habían otras dos palabras que ocupaban el delante de la escena en el siglo XVIII; estas eran “fiestas galantes” y “salón cortesano”. Las primeras, a veces, precedían al segundo; y éste, terminaba siendo un salón literario y político. Los placeres menudos formaban parte del entramado coreográfico de la pre-revolución francesa. Ya. ¿Y? Estampas al agua-fuerte de Wateau y Fragonard eran populares entre la burguesía ascendente. La nobleza compraba las pinturas, directamente. Es como en los años cincuenta, en Chile, cuando se abrió el poder comprador de grabado al agua-fuerte, que resultaba más accesible que tener una pintura. El interiorismo democratacristiano se llenó de grabados, mientras los conservadores mantenían a duras penas sus colecciones de pintura clásica chilena. Todo esto es de antes de los años setenta. Después de esa fecha, la izquierda se serigrafizó y el comercio de grabado experimentó una baja.
Ahora bien: desde los años cincuenta en adelante, el grabado en metal siemre fue “grabado original” y no “de interpretación”. O sea que no reproducía ilustraciones de obras pictóricas. No había qué ilustrar, en todo caso. Imagínense ustedes una agua-fuerte de “El boxeador”. Quizás, más bien le valía una litografía. Pero nada. Aunque en el caso de la pintura de Antúnez, hizo unos muy buenos grabados en que desplazaba lo mejor de su pintura. De manera que, solo hubo “grabado original” desde un comienzo. Si bien, parecían constituir un “fondo” de obras provenientes de menudos placeres, no alcanzaron a consolidar el Fondo de Obras de Grandes Deseos.
Se entenderá que la parodia distintiva entre menudos placeres y Grandes Deseos corresponde al carácter de la contradicción principal de esa coyuntura. El drama fue que después de 1973, no hubo espacio ni para los unos ni para los otros. Entonces, de ahí que la plástica comunista ideó el regreso a la xilografía como repliegue en la guerra revolucionaria de la imagen. En el Chile de 1974, los tiempos no estaban para el agua-fuerte, por su connotación cortesana. Mientras que en el París de 1963, el agua-fuerte se había convertido en un espacio experimental, donde se afirmaba la relación entre arte y literatura. Recuerden que Téllez, en 1964, produce esas piezas de homenaje a Lautréamont, mientras Zañartu produce unas carpetas con Michel Butor. Entonces, ¿de qué estamos hablando?
Todo eso tiene lugar, fuera de Chile.
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