ANDAMIO

En Instagram descubro una imagen del plano de fabricación de una obra de Gonzalo Díaz, que ha sido presentada en Il Posto. 

Imaginen ustedes que en un centro de documentación se depositaran los estudios preparatorios para la producción de una obra como “Lonquen 10 años”. 

¿A qué llamaremos estudios preparatorios? ¿En qué pueden ser significativos para la meta/reconstrucción discursiva de la obra?  Todavía no pienso en alemán. Estoy en el momento francés. (Risas). Es decir, es el momento no metafísico, portador de un materialismo  que  permite acceder a la sensibilidad de las materias. 

Tratándose de “Lonquen 10 años”, la meta/reconstitución efectiva tendría sus antecedentes en otra obra, “Chto dielat?” (1984), porque lo que aparece como un witz colaborativo es la hipótesis de la edificación. Más específicamente, del andamiaje.

Este si que es un momento significativo eficaz; es decir, el momento en que se cruza el efecto francés de la lectura de Lenin y el (d)efecto alemán de la interpretación de una pintura de Bocklin (La isla de los muertos, 1883). 

Toda esa edificabilidad estaba en la base de la pintura anterior de Gonzalo Díaz, antes de cambiar su rumbo hacia unos nuevos terrenos.  

Nadie podría afirmar que el cuadro de Bocklin fue más decisivo que la referencia a Lenin, al momento de producir una de las piezas del montaje de la exposición que tuvo lugar en Galería Sur (1984), cuyo título fue escrito en ruso. El primer coup de force de la obra fue, quizás, la lengua del título, como generador de distancia crítica respecto de lo natal.  De algún modo, la pregunta apuntaba a “¿Qué hacer?” como obra, en el arte chileno contemporáneo.  

Lo que hay que saber es que Lenin tenía en su despacho una reproducción de “La isla de los muertos”. Al igual que Freud y Clemenceau; este último, gran amigo de Monet. ¡Ah! Los especialistas en arte y política de hoy debieran estudiar las condiciones de instalación de las Ninfeas en l´Orangerie, porque ilustra de manera muy eficiente los límites relacionales entre arte y Estado. 

No deja de ser significativo que tres grandes hombres que atraviesan la primera guerra mundial posean reproducciones de esta obra en sus despachos, para conjurar -probablemente- “el malestar en la cultura”. 

Lo que no es un dato menor, para nuestra escena local, es que la crítica alemana jamás haya querido indagar sobre este asunto.  Ningún texto francés sobre “Lonquen 10 años” ha sido útil, ni siquiera para reconsiderar el encajamiento de residuos de una obra en la otra, como sería el caso, de una pintura que designo como “La laguna Estigia”, ¿que se prolonga en “Chto dielat?”. El ataúd que porta la barca de Caronte es el cuerpo de la vieja Europa, que padece doblemente, por la guerra mundial y por la revolución bolchevique. Pero es la barca que transporta el cadáver de su obra anterior, para dar paso a las obras que le reclama el nuevo período, a su regreso de Florencia. 

La primera versión de “La isla de los muertos” fue pintada en Florencia. De modo que fue Bocklin, el que desde esta ciudad fue disimulado debajo del pop italiano para convertir un espacio sanitario en mausoleo del monocromo dittbornizado (tanto piñén de tinta negra pegado en la tina de baño). De ahí viene la frase: la matriz es la-tina.  Frase que debiera ser identificada como un antecedente que define una filiación.

Desde lo anterior, es posible sostener que la pintura de Gonzalo Díaz que define la compositividad de sus disposiciones objetuales provienen de su pintura-anterior-anterior. Es algo, sin embargo, que pertenece a una escritura de acompañamiento deslocalizada e hiper-olvidada. La pintura-anterior sería, “Los hijos de la dicha”. ¿Quién ha escrito sobre ese tríptico? La pintura-anterior-anterior sería aquella que menciono como “La laguna Estigia”. 

El andamiaje es lo que Gonzalo Díaz busca instalar, a todo lo largo de su obra. Es decir, su obra como andamiaje del arte chileno. No es broma. Andamiaje greco-romano, necesario para levantar un discurso plástico sobre el traslado de un cuerpo inerte, que será simbolizado por las piedras numeradas -en “Lonquén 10 años”- dispuestas en el aparato de contención que distribuye el peso de la verdad. 

“Lonquen 10 años” es “La isla de los muertos”.