EMOCIONES LOCALES

Nuestros procesos mentales están anclados en nuestro organismo, sin limitarse al cerebro. Después de pasarme varios días en una comisión que discutía sobre la ética de la Inteligencia Artificial, regresé a leer un grueso y eficaz panfleto de Gaspar Koenig (Viaje de un filósofo al país de la Inteligencia Artificial), en el que citaba al profesor Hongwei Wang, decano del departamento de biología de la universidad de Tsinghua en Pekín. Y como todo sus compatriotas, el profesor era un férreo partidario de la IA y de los progresos que puede realizar en provecho de la humanidad. Pero en tanto especialista de las ciencias de la vida, le parecía necesario precisar que nuestro espíritu no es una pura combinación abstracta carente de toda encarnación, sino que está profundamente ligado a las reacciones bioquímicas que se producen en el organismo y que gobiernan nuestros instintos, nuestra emociones y nuestra creatividad. 

Al escribir esta columna sobre la construcción del libro “Grabado: Hecho en Chile” recordé un tipo de encarnación que me hizo pensar en dos situaciones que modificaron la historia regional del arte en Concepción, en el curso del año 1957. En las paredes de la Farmacia Maluje, Julio Escámez pintaba un mural sobre la historia de la farmacopea, en que la narración de los paneles comenzaba con la medicina mapuche, seguía con la farmacia de los jesuitas en sus Misiones y terminaba con el triunfo de la ciencia moderna, de la química, de la anatomo-patología, de la antropología, bajo el alero de la Universidad de Concepción. 

En el último panel aparece la figura del químico Daniel Belmar, escritor penquista, y de Alejandro Lipchutz, que estaba elaborando su teoría del mestizaje. Es decir, en ese panel hay un programa de doctorado, para abordar las relaciones entre química, poesía, farmacia y antropología, en una coyuntura específica. 

Ningún estudiante de historia ni de “teoría” plantearía relación alguna entre enfermedades de la piel y pintura reparatoria, a través del nombre de María Maluje. La situación del arte chileno está descrita en los ecos de escritura que pueden ser encontrados en los números de Revista de Arte y de Pro Arte. ¡Todo está en esos archivos que nadie consulta!  La revista Pro Arte  duró unos pocos años, a comienzos de 1950. La Revista de  Arte  volvió a funcionar entre los años 1958 y 1962. Pertenecía a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, a través de su Instituto de Extensión de Artes Plásticas.  En el libro que publiqué en 1997, “Textos Tácticos”, abordé la cuestión de la “extensión cultural” en el sistema universitario de antes de la Reforma.  

En los ecos de escritura de estas revistas no se habla en ningún momento del mural de la farmacia. Sin embargo es un dato crucial para comprender la configuración de una afectividad local. Esto es lo que yo llamo pintura encarnada en el imaginario regional.

María Maluje se hará famosa por fabricar unas cremas que combatían las enfermedades de la piel que padecían muchos campesinos de la zona de Florida. Pero además, era la dueña de una gran farmacia, que era muy popular, donde todo el mundo iba a consultar, bajo la vigilancia simbólica de un mural que relataba la historia de la ciencia que allí se practicaba. 

¡Nunca visto! Basta que los estudiantes y los investigadores  lean la crónica publicada por el periodista Juvenal Rivera en el diario La Tribuna (El diario de la provincia  del Bío-Bío)  el 23 de mayo del 2020, bajo el título “La gran y olvidada pandemia que asoló a la provincia de Biobío en 1957”, para dimensionar la gravedad retroversiva de este asunto.  

Los hago regresar a los problemas que el libro “Grabado: Hecho en Chile” plantea; a saber, historia de los cuerpos en la escena política chilena, si se piensa no solo en la epidemia de influenza, sino en la crisis política que caracterizó en ese momento al gobierno de Ibáñez. 

Entonces, ¿qué les parece abordar la historia política, la historia social y la historia del arte a partir del programa de trabajo que ofrece el mural de Julio Escámez? Esto significa estudiar el pasado como  futuro, porque involucra, también, el destino patrimonial de dicho mural. 


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